La Ensenada



En la ensenada, donde nadie mira

el viento se devuelve y dice:
te he visto bajo rosas tan rojas que
a veces siento que me desangro.

Desangrarse no parece gran cosa si estás tan lejos
pero mis delfines viven cerca
y el martillar continuo los aleja de sus destinos
(aunque ellos no lo quieran, aunque nadie lo sepa)
para terminar aleteando en mi boca
bajo jardineros despiadados.

Allá, en la ensenada, donde los jardines son de arena
y las rocas se miran pero no se tocan
los jardineros trabajan: lanzan, hunden y halan
se ríen también escondiendo el temor a que los vean.

Ese rojo rincón los envenena en silencio.
A la sombra de la ensenada, ahogados por ese mar de rosas
mis delfines seguirán muriendo con cada ola, con cada arpón lanzado al viento.

Comentarios

  1. Suena a un sueño acorralado en ese rincón rojo, lleno de nada y vacío de todo...

    Me gustó tu blog, saludos desde otro lugar del continente.

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  2. Y si siento que entiendo el sentimiento debe ser porque no es así. Bien. Fuerte, Javi.

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